El mejor olor, el del pan; el mejor sabor, el de la sal; el mejor amor, el de los niños.


Graham Greene


viernes, 19 de diciembre de 2014

LA EXPRESIÓN ORAL DENTRO DEL AULA


EL ARTE DE LA PALABRA


La expresión oral constituye una destreza o habilidad de comunicación que no tiene sentido sin la comprensión, sin el procesamiento y la interpretación de lo escuchado. Implica la interacción y la bidireccionalidad en un contexto compartido y en una situación en la que se deben negociar los significados. La comunicación es una acción basada en destrezas expresivas e interpretativas, por lo que la expresión oral debe entenderse como tal, junto a la comprensión oral, la lectura y la escritura.

La escuela desempeña un papel importante en el desarrollo del lenguaje oral. Cuando se habla de lenguaje y escolaridad, en general se hace referencia al lenguaje escrito. Sin embargo, el lenguaje oral determinará en gran medida al lenguaje escrito, especialmente cuando éste se concibe como una forma de comunicación y no sólo como un mero automatismo. Así pues el lenguaje oral, que tiene primacía en la educación preescolar, debe propiciarse y ejercitarse durante toda la primaria (hablando del siguiente nivel).

Uno de los cambios más relevantes ha tenido que ver con el eje en torno al cual gira todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Uno de los propósitos de la enseñanza en la escuela debe ser el de desarrollar el dominio de las cuatro habilidades del lenguaje: hablar, escuchar, leer y escribir, sin perder de vista que por su interdependencia deben ser enseñados simultáneamente. El desarrollo de estas habilidades implica una atención a todo el proceso y no solo al resultado final.

Como consecuencia de esta atención al proceso, el alumno, que es el sujeto de ese proceso, se convierte en el eje del proceso de enseñanza y aprendizaje. En palabras de S. Fernández, “él es el único que puede activar su aprendizaje” (Fernández, 2004). Este fenómeno es lo que hoy en día se conoce como enseñanza centrada en el alumno.

Estar al frente de un grupo de niños que están por iniciarse en el área del lenguaje ha sido un reto, puesto que ha implicado un saber en todo el sentido de la palabra; saber escucharlos, saber corregirlos, saber guiarlos, saber entender lo que ellos piensan, entre otras cosas. Uno es el ejemplo para ellos, la manera en cómo les digamos que deben expresarse es como ellos lo harán; por eso nuestro papel como docentes es fundamental en esta etapa porque los alumnos esperan que esto sea algo innovador.

El papel que tengo como docente es de ser orientadora y guía dentro del proceso educativo, sin embargo, en la enseñanza de la lengua oral la escuela es un factor importante y cuando se está al frente de un grupo se nos considera como uno de los recursos más indispensables para el desarrollo efectivo del logro académico, pues somos nosotros los que debemos de aprovechar las potencialidades y habilidades que poseen los alumnos para promover mejores maneras de comunicación, que les faciliten a los niños satisfacer necesidades diversas y sobre todo, participar activamente dentro de la vida escolar y comunitaria.

Para el tratamiento del lenguaje oral he puesto en práctica un clima de cariño, confianza y seguridad donde el alumno se ha sentido interesado y en un ambiente agradable para poder hablar de manera espontánea expresándose con interés y de manera más correcta según la complejidad y la frecuencia en que se llevan a cabo estos intercambios orales; en este sentido, la motivación ha sido una herramienta fundamental para hacer amenas y dinámicas las situaciones comunicativas favoreciendo la competencia comunicativa oral.


Con estas prácticas, el lenguaje oral ha adquirido un sentido diferente en el aula, pues se ha visto como un proceso complejo que busca la construcción de significados mediante la coordinación de diferentes elementos: el contexto, el enseñante y el aprendiz son determinantes en la construcción.

Cuando el niño ingresa a la escuela, ya sabe hablar (como miembro de la especie humana posee una competencia lingüística que le permite entender y producir distintos enunciados); puede interactuar con relativo éxito en distintos contextos de comunicación y ha aprendido, en forma espontánea, algunas de las normas que rigen los usos de la lengua oral habituales en su entorno familiar y social.

“Sabe” que el lenguaje significa y sirve para diversos propósitos. Ha interiorizado el hecho de que hablando puede satisfacer sus necesidades materiales; influir en el comportamiento de quienes lo rodean; identificarse, manifestar su propio yo; relacionarse con otros; crear mundos imaginarios, fantásticos; comunicar sus experiencias y sus conocimientos.

Los niños adquieren de modo espontáneo, estos “saberes lingüísticos, textuales y pragmáticos”, fragmentados y rudimentarios, en los intercambios lingüísticos con el medio. Gracias a ellos se pueden desempeñar oralmente, con cierta eficacia, antes de concurrir a la escuela, dentro y fuera de ella.

En el grupo de primer año grupo “B” las diferentes expresiones verbales de cada uno de los alumnos reflejan el ambiente cultural de sus hogares, denotan la comunicación que existe en otros contextos. En algunos casos los niños se comportan de manera introvertida y por ende les cuesta trabajo comunicar sus ideas hacia los demás, sin embargo la mayoría de ellos están seguros y su confianza al hablar denota seguridad. 

La planificación escolar del trabajo con la lengua oral  ha concebido al aula como un escenario que da lugar a diferentes escenas o eventos comunicativos, dentro de los cuales se han articulado de manera específica y peculiar los principales componentes de los actos del habla: participantes, propósitos, estilos, instrumentos, entre otros. Esto ha permitido dar lugar a diferentes usos orales por parte de los alumnos e incluso de mi misma como docente.

Convertir el aula en un escenario comunicativo implica asumir que “únicamente con el uso o con estar expuesto al lenguaje de otros no basta, sino que hace falta una actuación intencional y adaptada por parte de quien domina el lenguaje en ayuda de quien tiene que adquirirlo.


Por ello no olvidemos que la comunicación oral estimula el desarrollo de la personalidad de los alumnos en las esferas cognitiva, afectiva, conductual y en procesos psicológicos complejos, tales como la autoconciencia, la autovaloración y los niveles de autorregulación. Nuestro papel es fundamental como docentes pero lo es también las personas que conviven con él a diario puesto que esto se verá reflejado en su actuar diario

lunes, 27 de enero de 2014

EL APRENDIZAJE Y EL DESARROLLO DE LAS COMPETENCIAS




¿El aprendizaje es algo tan trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?

No. La trivialidad, en el sentido de su generalización, reside en la concepción que se tiene del aprendizaje, pero no es éste en sí mismo. El aprendizaje va mucho más allá de sólo ser simples conocimientos que se hacen presentes en la relación de enseñanza-aprendizaje. Se refiere a la apropiación que los alumnos hacen de la realidad, del mundo. Pero tampoco se refiere a los datos en sí; sino que más bien se trata de todo ese cúmulo de información, en donde se construyen conocimientos propios y significativos para quien aprende. El problema es que está muy generalizado en las esferas educativas el énfasis en los contenidos y el mismo proceso, sin prestar atención a la identidad personal y la transformación del sujeto.

El proceso de aprendizaje no puede ser denotado como superficial, al contrario pocas veces reflexionamos o comprendemos como el ser humano aprende, pues el desconocimiento de las teorías cognitivas nos hace iletrados en ese sentido. Los principales procesos cognitivos inherentes a la naturaleza humana maduran de manera ordenada en el desarrollo humano y las experiencias pueden acelerar o retardar el momento que estos hagan su aparición, llevando finalmente al complejo proceso denominado Aprendizaje.  La información (datos) que recibimos de nuestro contexto social y ambiental, es por lo general no apreciada hasta que ésta nos da utilidad.

En este proceso educativo entendemos como competencia, a  una construcción social de interacción reflexiva y funcional de saberes significativos  -cognitivos, procedimentales, actitudinales y metacognitivos- enmarcada en principios valorales, que generan evidencias articuladas y potencia actuaciones transferibles a distintos contextos apoyadas en el conocimiento situacional (holístico, contextual y correccional), identificados a través de evidencias transformadas en realidad.

En la competencia  podemos distinguir diferentes tipos de saberes (interacción); el sujeto es consciente de cómo y por qué se aprendió (meta cognición)  y de qué formas se dan estas relaciones, además de identificar las posibilidades de mejora (reflexión). Saber, poder, y querer se alinean rumbo a un mismo objetivo (funcionalidad). Está presente un conocimiento de base, pero también un conocimiento que se desarrolla en la propia aplicación o realización de determinada actividad, dando como resultado la improvisación sustentada (conocimiento situacional). Es conveniente examinar la naturaleza del conocimiento y no sólo utilizarlo como una herramienta disponible (Edgar Morin); así los saberes implícitos en la competencia considerarían un meta conocimiento en el que se es capaz de reconocer e identificar el error y la ilusión, y un saber estratégico, que hace "referencia al saber implícito del experto que está en la base de su capacidad de utilizar conceptos, hechos, y procedimientos a fin de realizar tareas y resolver problemas".

Es aquí donde las estrategias de enseñanza como docentes surgen con gran relevancia, pues el planificar contenidos que sean útiles y  lúdicos para nuestros alumnos, es un reto; ubicarlos en situaciones problemáticas  reales de la vida cotidiana o global y obtener soluciones y aprendizajes significativos, significa como docentes estar al lado de ellos para aprender también y reflexionar de los errores y los éxitos.

El evaluar el conocimiento no debe basarse tan sólo en lo conceptual, pero cómo evaluar los procedimientos, actitudes y valores de los alumnos, cuando en ocasiones no somos justos y nos dejamos llevar por situaciones ajenas o que influyen en una ponderación. La evaluación es uno de los temas más complejos del quehacer educativo por qué en él intervienen factores institucionales, ideológicos, metodológicos y personales. 

La evaluación no sólo consiste en aplicar técnicas novedosas, sino que debe llevarse a la reflexión en torno a ella desde el servicio docente, sin dejar de considerar el contexto que la rodea. Calificar, medir, acreditar, certificar, retroalimentar y tomar decisiones son facetas de la evaluación, que integradas adecuadamente en el proceso educativo pueden acercar más a los procesos de formación, pues se trata de evaluar para construir la experiencia, para intentar hacerla más cercana a lo que en verdad sucede en un proceso de desempeño de los alumnos, para que se transforme en un intento por ver, reconocer, validar, y emitir un juicio, en un momento determinado del aprendizaje asimilado, expresado y reconstruido por parte de nuestros alumnos.



CONCEPCIONES DE APRENDIZAJE



¿Qué concepciones de aprendizaje son congruentes con el enfoque por competencias y por qué?


La educación basada en competencias es y será un medio para la reflexión permanente, para el ejercicio de soñar con mejorar, aunque ese mejorar sea necesario perfilarlo en cada avance obtenido y con cada falla reflexionada, surge entonces la cuestión: ¿qué concepciones de aprendizajes nos parecen congruentes con el enfoque por competencia y por qué?

Existen algunas concepciones de aprendizaje que tienen algunos rasgos del enfoque por competencias, y que bien podrían ayudar en esta nueva concepción en la educación, entre ellas está el aprendizaje por descubrimiento, el aprendizaje significativo y el constructivismo y socioconstructivismo.

El aprendizaje por descubrimiento (J. Bruner), le atribuye una gran importancia a la actividad directa de los estudiantes sobre la realidad, experimentando, descubriendo lo que es relevante, y comprendiendo las estructuras que se plantean en el entorno. El enfoque por competencias nos menciona que lo importante no es tener más conocimientos, sino el uso que hacemos de los mismos, “No es qué tanto sabes, sino lo que sabes hacer con lo que sabes”. Es decir, que las competencias no sólo trabajan sobre la base del saber teórico, además se avocan al saber práctico, técnico, metodológico y social, a través del desarrollo de habilidades, conocimientos, actitudes y valores.

Por lo tanto significa ayudar a los estudiantes a examinar a profundidad unas cuentas ideas esenciales en lugar de bombardearlos con hechos no relacionados con poca probabilidad de tener un impacto sobre el aprendizaje, ¿cuántas veces como docentes forzamos nuestra tarea a alcanzar los contenidos y cumplir al 100% el programa?, cuando en ocasiones hasta los mismos contenidos no están sugeridos a la realidad del entorno o el currículo no está orientado a las necesidades sociales de la región.

Con respecto al aprendizaje significativo (Ausubel), se dice que lo que el alumno aprende debe tener un significado para él, y debe relacionarse con sus saberes previos (andamiajes), pero además aquí destaca un elemento importante, la funcionalidad de los aprendizajes, es decir, que tengan interés para los estudiantes, que les sean útiles en su vida diaria. Al respecto, el enfoque por competencias menciona que el desarrollo de ésta va más allá de la simple memorización o aplicación de conocimientos de forma instrumental en situaciones dadas. La competencia implica la comprensión y transferencia de los conocimientos a situaciones de la vida real; exige relacionar, interpretar, inferir, interpolar, inventar, aplicar, transferir los saberes a la resolución de problemas, intervenir en la realidad o actuar previendo la acción y sus contingencias. Es decir, reflexionar sobre la acción y saber actuar ante situaciones imprevistas o contingentes.

Y si hablamos del constructivismo (Piaget) y el socio-constructivismo (Vygotsky), su fundamento principal se centra en el aprendizaje en general a partir de la consideración de la adaptación de los individuos al medio, dándole a la interacción social una gran importancia, más enfática en el socio-constructivismo. Es decir, que los alumnos construyen su propio aprendizaje, a partir de los elementos que les son proporcionados. Evidentemente adoptar el enfoque por competencias nos compromete a los docentes a un cambio profundo en el concepto de educación y en nuestra práctica, buscando asegurar el aprendizaje de nuestros estudiantes y dejar de lado lo memorístico y repetitivo. Es en este punto donde aún nos encontramos con que la mayoría de los maestros presentan resistencias, dado que, a su parecer, no hay razón de cambiar todo aquello que durante años les ha dado resultado, sin percatarse que lo que ha cambiado son los estudiantes y la sociedad misma.

El enfoque por competencias se plantea como una alternativa para el diseño curricular, mismo que involucra aspectos como una metodología en la cual se pondera el saber hacer, visto no desde un enfoque conductista que se limita al desarrollo de acciones o tareas, que tengan una evidencia medible, cuantificable y observable, sino que tiene su fundamento en los principios constructivistas y del aprendizaje significativo; no es el hacer por hacer, o conocer simplemente como acumulación de saberes. Es un saber hacer en la práctica, pero motivado en un aprendizaje significativo que se transfiere a situaciones de la vida real y que implica la resolución de problemas en la práctica.

Como docentes surge la inquietud en nuestro saber hacer, incrementando la eficacia en nuestra práctica docente y en este nuevo modelo educativo de la RIEB, para el desarrollo de competencias, podemos iniciar en dos ejercicios fundamentales:

·      Conocernos a sí mismos como personas (con todas nuestras implicaciones y limitaciones formativas, educativas y experimentales).
·    Conocer a nuestros alumnos (adentrarnos más en el desarrollo del perfil ideal de los alumnos, en el conocimiento real de sus perfiles, expectativas e intereses, para de ahí comenzar a planificar y ejecutar dichas planeaciones).

Tal vez integrarnos a una educación holística, sería la más acertada, en el umbral del siglo XXI, dejando atrás la era de la información y entrando a la era de la interdependencia es claro que se necesita una nueva educación, acorde a las nuevas necesidades y dilemas de las culturas emergentes. Tener una visón transdisciplinaria y holística se define en una formación integral del ser  humano, atendiendo no solo el aspecto intelectual, sino el emocional, físico, social, estético y espiritual.

"La educación holística es, sin duda, la educación del siglo XXI, destinada a formar seres humanos con conciencia planetaria, una visión de paz, amor e inteligencia" (Ramón Gallegos Nava)